El
brote de epidemia por coronavirus COVID-19/SARS-CoV-2 ha provocado que muchos
países pidan a las personas que han estado en contacto con la infección se
aíslen en su hogar, bajo vigilancia domiciliaria. Asimismo, la rápida expansión
de la epidemia ha supuesto que ciudades enteras hayan sido puestas bajo
cuarentena masiva.
En España, concretamente, dado el
incremento significativo de casos, el Gobierno ha decretado recientemente el
estado de alarma, consistente en el cierre de establecimientos y el confinamiento
de los ciudadanos y las ciudadanas durante un período -prorrogable- de 15 días,
con el fin de frenar la evolución de la epidemia.
A este respecto, tal y como señala un
estudio llevado a cabo por investigadores de Reino Unido y recién publicado en
la revista The Lancet, las decisiones sobre cómo aplicar la
cuarentena deben basarse en la mejor evidencia disponible.
Como bien indican los autores del estudio, la
cuarentena suele ser una experiencia desagradable para quienes la padecen:
separación de los seres queridos, pérdida de libertad, incertidumbre sobre el
estado de la epidemia y aburrimiento, son algunas de las consecuencias que, en
ocasiones, pueden conllevar efectos dramáticos. Por ello, consideran
crucial sopesar cuidadosamente los beneficios potenciales de la
cuarentena masiva obligatoria frente a los posibles costes psicológicos,
afirmando que el uso exitoso de la cuarentena como medida de salud
pública “requiere que reduzcamos, en la medida de lo posible, los
efectos negativos asociados con ella”.
Dada la situación en desarrollo con el coronavirus, los
encargados de formular políticas necesitan urgentemente una síntesis de la
evidencia para establecer recomendaciones dirigidas a toda la sociedad.
Con esta finalidad, los autores realizaron una revisión de la evidencia
sobre el impacto psicológico de la cuarentena, en aras de explorar sus
posibles efectos sobre la salud mental y el bienestar psicológico, y los
factores que contribuyen o mitigan estos efectos. De 3.166 documentos
encontrados, 24 fueron incluidos en su revisión.
A continuación, recogemos los principales resultados del
estudio:
El impacto psicológico de la cuarentena
Los datos muestran que la cuarentena es el factor
más predictivo de los síntomas del trastorno por estrés agudo. Las personas
en cuarentena son significativamente más propensas a informar de agotamiento,
desapego, ansiedad al tratar con pacientes contagiados, irritabilidad,
insomnio, poca concentración e indecisión, deterioro del desempeño laboral y
rechazo al trabajo o consideración de renuncia.
Entre las personas que han sido puestas en cuarentena,
hay una alta prevalencia de síntomas de angustia y problemas
psicológicos. Los estudios informan sobre síntomas psicológicos generales,
trastornos emocionales, depresión, ansiedad, estrés, bajo estado de ánimo,
insomnio, síntomas de estrés postraumático, irritabilidad, ira y agotamiento
emocional. El bajo estado de ánimo y la irritabilidad destacan por tener una
elevada prevalencia.
Aquellos/as que se encuentran en cuarentena por haber
estado en contacto cercano con un caso confirmado, expresan sentimientos
negativos durante el período de cuarentena: temor, nerviosismo,
tristeza y culpabilidad. Son pocos/as los que informan de sentimientos
positivos: un bajo porcentaje habla de sentimientos de felicidad y de alivio.
Con respecto a las familias, los padres reportan síntomas
suficientes para garantizar el diagnóstico de un problema de salud mental
relacionado con el trauma, y los/as niños/as presentan puntuaciones medias de
estrés postraumático cuatro veces más elevadas, en comparación con aquellos/as
que no han estado en cuarentena.
El efecto de estar en cuarentena es un predictor
de síntomas de estrés postraumático y de depresión en empleados y empleadas de
hospital, incluso 3 años después.
Tener antecedentes de problemas de salud mental
se asocia con ansiedad e irritabilidad, hasta 4-6 meses después de la
liberación de la cuarentena. Después de este período, muchas personas continúan
participando en conductas de evitación: evitar a las personas que tosen o
estornudan, rehuir los lugares cerrados e incluso los espacios públicos en las
semanas posteriores a la cuarentena, etc.; en el caso de los/as trabajadores/as
de la salud, minimizando el contacto directo con pacientes e incluso faltando
al trabajo. Algunos describen cambios de comportamiento a largo plazo tras el
período de cuarentena, como el lavado de manos constante y la evitación de
multitudes, retrasándose en algunos casos, durante varios meses, el regreso a
la normalidad.
Los/as trabajadores/as de la salud que han sido
puestos en cuarentena presentan síntomas más graves de estrés
postraumático que el resto de la sociedad general y sienten una mayor
estigmatización, exhiben más conductas de evitación después de la cuarentena,
informan de una mayor pérdida de ingresos y están más afectados
psicológicamente: presentan más sentimientos de enfado, molestia, miedo,
frustración, culpa, impotencia, aislamiento, soledad, nerviosismo, tristeza,
preocupación, y se sienten menos felices. También en este colectivo la
probabilidad de pensar que están contagiados y que pueden propagar el virus a
otros/as es mayor.
Estresores durante la cuarentena
- Duración de
la cuarentena: una mayor duración de la
cuarentena se asocia específicamente con una peor salud mental, síntomas
de estrés postraumático, conductas de evitación e ira.
- Miedo a la
infección: las personas en cuarentena revelan que sienten
temor sobre su propia salud o ante la posibilidad de contagiar a otras
personas, especialmente a miembros de la familia. Asimismo, existe
preocupación al experimentar cualquier síntoma físico potencialmente
relacionado con la epidemia. Esta preocupación es mayor en mujeres
embarazadas y aquellas personas con niños pequeños.
- Frustración y
aburrimiento: el confinamiento, la pérdida de
la rutina habitual y el contacto social y físico reducido con los demás,
conllevan con frecuencia aburrimiento, frustración y una sensación de
aislamiento del resto del mundo, lo que es angustiante para las personas
en cuarentena. Esta frustración se exacerba al no poder llevar a cabo
actividades cotidianas habituales, como comprar las necesidades básicas o
no poder participar en actividades de redes sociales por teléfono o
internet.
- Suministros inadecuados: tener suministros básicos inadecuados (p. ej.,
comida, agua, ropa, etc.) durante la cuarentena es una fuente de
frustración y se asocia con ansiedad y enfado hasta 4–6 meses después del
período de cuarentena. No poder recibir atención médica regular y las
prescripciones médicas también parecen ser un problema para algunas
personas en esta situación.
- Información
inadecuada: muchas personas afirman que la
información por parte de las autoridades de salud pública es escasa,
contradictoria y supone un factor estresante, al ofrecer insuficientes
pautas sobre los pasos a seguir y crear confusión sobre el propósito de la
cuarentena.
Esta confusión percibida proviene de las diferencias en
el estilo, el enfoque y el contenido de varios mensajes de salud pública,
debido a la falta de coordinación entre las múltiples jurisdicciones y niveles
de Gobierno involucrados. La falta de claridad sobre los diferentes niveles de
riesgo, concretamente, lleva a las personas a temer lo peor. Igualmente, se
informa de una percepción de falta de transparencia por parte de los
funcionarios de salud y del Gobierno sobre la gravedad de la pandemia, quizás
relacionado con la ausencia de pautas claras o justificación.
Estresores tras la cuarentena
- Economía: la pérdida financiera puede ser un problema
durante la cuarentena, ya que las personas no pueden trabajar y tienen que
interrumpir su actividad profesional sin una planificación previa; los
efectos parecen ser duraderos: las pérdidas económicas como resultado de
la cuarentena crean una grave angustia socioeconómica y es un factor de
riesgo de problemas psicológicos y de ira y ansiedad, varios meses después
de la cuarentena.
Aquellas personas con ingreso familiar anual más bajo
tienen mayor probabilidad de verse afectadas por la pérdida temporal de
ingresos y muestran niveles más elevados de estrés postraumático y síntomas
depresivos. Estas personas, junto con aquellas que pierden ganancias durante la
cuarentena (autónomas) pueden requerir niveles adicionales de apoyo. En este
sentido, el estudio propone ayudas económicas siempre que sea posible, así como
programas desarrollados para ofrecer apoyo financiero durante todo el período.
Cuando sea pertinente, los empleadores pueden considerar enfoques que permitan
al personal laboral trabajar desde casa si así lo desean, evitando así pérdidas
financieras.
- Estigma: el estigma por parte de los otros es un tema
señalado en toda la literatura científica. Diversos estudios sugieren que
existe un estigma que rodea específicamente a aquellos/as que han sido
puestos/as en cuarentena. Las personas suelen informar que, tras la
cuarentena, sienten que se las trata de manera diferente: evitándolas,
retirando invitaciones sociales, tratándolas con miedo y sospecha, etc.
La educación general sobre la epidemia y la justificación
de la información sobre la cuarentena y la salud pública puede ser beneficiosa
para reducir la estigmatización, mientras que una información más detallada
dirigida a las escuelas y los lugares de trabajo también puede ser útil. Es
posible que las noticias divulgadas a través de los medios contribuyan a
estigmatizar las actitudes del público en general; los medios de comunicación
ejercen una poderosa influencia en las actitudes de la sociedad y está demostrado
que la propaganda del miedo también contribuye al estigma. En este punto, los
autores destacan la necesidad de que los funcionarios de salud pública brinden
información rápida y clara a toda la población afectada, para promover una
comprensión precisa de la situación.
¿Qué puede hacerse para mitigar las consecuencias de la
cuarentena?
Durante los brotes de enfermedades infecciosas
importantes, la cuarentena puede ser una medida preventiva necesaria. Sin
embargo, según sugiere esta revisión, el período de cuarentena a menudo se
asocia con un efecto psicológico negativo, que puede perdurar incluso meses o
años después, por lo que es fundamental garantizar que se implementen medidas
eficaces de mitigación, como parte del proceso de planificación de una cuarentena.
En este sentido, los autores del estudio proponen las siguientes medidas:
Mantener el período tan corto como sea posible
Una mayor duración en el período de cuarentena se asocia
con peores resultados psicológicos, dado que los factores estresantes
informados por las personas durante este tipo de situaciones pueden tener un
mayor efecto cuanto más tiempo se experimenten. Restringir la duración de la
cuarentena a lo que es científicamente razonable (teniendo en cuenta los
períodos de incubación), y no adoptar un enfoque excesivamente preventivo para
esto, minimizaría el impacto negativo en las personas. La evidencia subraya la importancia
de que las autoridades se adhieran a la duración recomendada de la cuarentena y
no la extiendan: para las personas que ya están en cuarentena, una ampliación
de esta situación, por pequeña que sea, puede exacerbar cualquier sensación de
frustración o desmoralización. Imponer un cordón indefinidamente en ciudades
enteras sin un límite de tiempo claro (como se ha visto en Wuhan, China) podría
ser más perjudicial que los procedimientos de cuarentena estrictamente
aplicados y limitados al período de incubación.
Brindar a las personas toda la información disponible
Las personas en cuarentena a menudo sienten temor a ser
contagiadas o a contagiar a otros/as. También suelen realizar evaluaciones
catastróficas de cualquier síntoma físico experimentado durante ese período.
Este temor es común a todas las personas expuestas a una enfermedad contagiosa
preocupante, y podría verse estimulado por la información a menudo inadecuada
que se recibe por parte de los funcionarios de salud pública, en la que no se deja
en claro ni la naturaleza de los riesgos a los que se enfrentan ni el motivo de
la cuarentena. Debería ser una prioridad garantizar que quienes están en
cuarentena comprendan bien el problema en cuestión y los motivos por los que se
establece un período de cuarentena.
Proporcionar suministros adecuados
Los funcionarios también deberían garantizar que los
hogares en cuarentena tengan suficientes suministros para sus necesidades
básicas y, lo que es más importante, estos tendrían que proporcionarse lo más rápido
posible. Idealmente, la coordinación para el suministro de recursos debería
realizarse con antelación, con planes de conservación y reasignación,
establecidos para asegurarse de que los recursos no se agoten, algo que,
desafortunadamente, suele suceder.
Reducir el aburrimiento y mejorar la comunicación
El aburrimiento y el aislamiento causarán angustia; se
debe informar a las personas que están en cuarentena sobre lo que pueden hacer
para evitar el aburrimiento y ofrecerles consejos prácticos sobre técnicas de
control y manejo del estrés. Tener un teléfono móvil que funcione, ahora es una
necesidad, no un lujo. Estar conectado a las redes sociales es clave, y la
imposibilidad de hacerlo se asocia con ansiedad, tanto a corto como a largo
plazo. A modo de sugerencia, contar con una línea de asistencia telefónica,
atendida por profesionales de la salud mental, específicamente para aquellos/as
en cuarentena podría ser eficaz, al ofrecerles una red social.
El poder comunicarse con la familia y los/as amigos/as
también es esencial: las redes sociales pueden desempeñar un papel importante
en la comunicación con aquellos/as que se encuentran lejos, permitiendo que las
personas en cuarentena actualicen a sus seres queridos sobre su situación y les
aseguren que están bien. Por lo tanto, el estudio recuerda que contar durante
la cuarentena con teléfonos móviles, cables y enchufes para cargar dispositivos
y redes WiFi con acceso a Internet para permitir la comunicación directa con
los seres queridos podría reducir la sensación de aislamiento, estrés y pánico.
También es importante que los funcionarios de salud
pública mantengan líneas claras de comunicación con las personas en cuarentena
sobre qué hacer en caso de experimentar algún síntoma. Una línea telefónica o
un servicio online específicamente establecido para las personas en cuarentena
y atendido por trabajadores/as de la salud que ofrezcan instrucciones sobre qué
hacer en caso de desarrollar síntomas de la enfermedad, ayudaría a asegurar a
la sociedad que recibirá atención si se enferman. Este servicio mostrará a
quienes están en cuarentena que no han sido olvidados y que sus necesidades de
salud son importantes. De acuerdo con los autores del estudio, si bien no se
han investigado los beneficios de dicho recurso, es probable que la
tranquilidad pueda disminuir los sentimientos como el miedo, la preocupación y
la ira.
Los trabajadores de la salud merecen una atención
especial
También los propios trabajadores de la salud en
cuarentena pueden verse afectados negativamente por las actitudes
estigmatizantes de los demás. Es posible que estén preocupados al pensar que,
con su ausencia, su ámbito laboral no cuenta con suficiente personal y causar
un trabajo extra para sus colegas. Estar separado de un equipo con el que están
acostumbrados a trabajar en contacto cercano, podría aumentar la sensación de
aislamiento de los/as trabajadores/as de la salud que se encuentran en
cuarentena. Por ello, es esencial que se sientan respaldados por sus colegas.
Los datos muestran que, durante los brotes de enfermedades contagiosas, el
apoyo organizacional es un factor protector para la salud mental del personal
sanitario en general, por lo que los gerentes deben tomar medidas para
garantizar que los miembros de su personal apoyen a sus compañeros/as durante
la cuarentena.
El altruismo es mejor que la coerción
A pesar de que no hay ninguna investigación que evalúe si
la cuarentena obligatoria versus la voluntaria tiene un efecto diferencial
sobre el biejnestar, sí se cuenta con datos en otros contextos, que indican que
el hecho de sentir que otros/as se beneficiarán de la situación en la que se
encuentra uno/a mismo/a, puede hacer que las situaciones estresantes sean más
fáciles de soportar, y parece probable que esto también sea aplicable en la
cuarentena en el hogar. Hay que reforzar la idea de que gracias a la cuarentena
se está ayudando a mantener a otras personas seguras, incluidas aquellas
particularmente vulnerables (por ej., jóvenes, mayores o con afecciones médicas
graves previas), y que las autoridades sanitarias les están realmente
agradecidas. Así, se puede ayudar a reducir el efecto sobre la salud mental y
mejorar la adherencia entre los y las que están en cuarentena. Igualmente, dado
que es inaceptable pedirles a las personas que se pongan en cuarentena para el
beneficio de la salud de la comunidad cuando al hacerlo podrían poner en riesgo
a sus seres queridos, es fundamental ofrecerles información adecuada sobre cómo
“mantener a salvo” a las personas con las que conviven.
Los autores concluyen poniendo de relieve que, si bien el
impacto psicológico de la cuarentena es amplio, sustancial y puede ser
duradero, los efectos psicológicos de no aplicarla y permitir que la epidemia
se propague, podrían ser aún peores.
Dado que el estado de cuarentena es esencial, los
legisladores políticos deben tomar todas las medidas necesarias para garantizar
que esta situación sea lo más tolerable posible. Los resultados de esta
revisión sugieren que, si la experiencia de la cuarentena es negativa, puede
haber consecuencias a largo plazo que afecten no solo a las personas que se
encuentran en esta situación, sino también al sistema de atención médica que
administró la cuarentena y a los políticos y funcionarios de salud pública que
la decretaron.
Fuente:
Brooks, S.K., Webster, R.K., Smith, L.E., Woodland, L., Wessely, S., Greenberg,
N., Rubin, G.J. (2020). The psychological impact of quarantine and how to reduce
it: rapide review of the evidence. The Lancet, 395, pp. 912-20.
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