Tradicionalmente, los científicos y gran parte de los filósofos han considerado que la conducta humana se rige por el pensamiento consciente. La creencia de que somos capaces de conocer todos los datos importantes sobre nuestro entorno y nuestro cuerpo y que decidimos cómo comportarnos ciñéndonos a esta información ha sido muy generalizada, quizás porque la racionalidad ha sido un valor central en los naturalistas y pensadores de los siglos recientes.
Sin embargo, hoy sabemos que una parte muy grande de los procesos que influyen en nuestro pensamiento y nuestras acciones se basan en cosas que no conocemos directamente: esto es, elementos del inconsciente. A pesar de este descubrimiento, es fácil caer en la confusión cuando hablamos sobre el inconsciente, ya que este concepto es definido de manera distinta por la teoría freudiana (y posteriores tendencias psicodinámicas) y la neurociencia de nuestros días.
¿De dónde viene esta confusión? El precedente de la teoría freudiana
Aunque Sigmund Freud no usó el método científico para investigar los procesos por los que se rige el pensamiento, puede decirse que reparó en la existencia del inconsciente (o, más bien, "lo inconsciente", según su terminología) mucho antes de que los científicos llegaran a vislumbrarlo. Ni él ni el resto de investigadores de los procesos mentales conocían aún el funcionamiento orgánico por el que se rigen los procesos mentales superiores a nivel inconsciente,más allá de haber descrito ciertos principios generales. Por ello, Freud tejió una red de hipótesis relativamente independiente de lo que hoy estudian las neurociencias.
Tanto Freud como los discípulos de la teoría freudiana que no se alejaron de las enseñanzas de su maestro usan el término inconsciente para referirse al contenido mental que, en un momento determinado, está fuera del repertorio de pensamientos de los que la persona es consciente y que, de algún modo, permanecen escondidos en algún lugar de su psique. En definitiva, el inconsciente del que hablaba Freud servía para referirse a recuerdos, percepciones y mezclas de sentimientos que, respondiendo a una necesidad, son inaccesibles por medio del conocimiento consciente. Se puede decir que, aunque la concepción actual del inconsciente no sea la que usó Freud, esta última sigue compitiendo con la otra por ser la primera en la que "lo inconsciente" ocupa una posición importante en un corpus teórico extenso.
El inconsciente de lo simple
El inconsciente planteado por la teoría freudiana está compuesto por elementos racionales y emocionales concretos que permanecen reprimidos por tener un significado problemático para la mente consciente. Es decir, no se mantienen ocultos por su complejidad o su poca relevancia en el día a día de la persona. Más bien al contrario, estos elementos reprimidos a los que se refieren algunos psicoanalistas acostumbran a ser ideas relativamente simples que pueden ser "traducidas" a la consciencia mediante operaciones simbólicas y cuya presencia en el inconsciente, a pesar de pasar inadvertida, conforma una especie de "gafas" para leer la realidad mediante pensamientos que, en cierto sentido, son recurrentes.
La teoría freudiana sostiene que los contenidos del inconsciente han de ser lo suficientemente simples en sí mismos como para poder ser interpelados por multitud de estímulos propios del día a día, aunque la manera en la que la consciencia bloquea estos pensamientos sí es compleja, ya que se sirve de combinaciones originales entre símbolos para dar expresión a lo reprimido. Los sueños, por ejemplo, son para Freud un vehículo de expresión de pensamientos reprimidos vehiculados mediante simbolismos.
Por supuesto, esta definición de inconsciente es problemática y confusa, ya que el lenguaje en sí mismo puede considerarse una manera de filtrar el inconsciente mediante símbolos (palabras), lo cual significa que los pensamientos inconscientes, por su propia naturaleza, nunca llegan a salir a la luz del todo y por tanto no los podemos conocer por completo, ya que están en constante transformación en sus viajes a la consciencia. Esta especie de oscurantismo es esperable debido a la complejidad del objeto de estudio de los psicoanalistas, los temas tratados por la teoría freudiana y su metodología de investigación.
El inconsciente tiene siempre una vertiente que no puede ser accesible mediante la simple palabra: por eso los psicoanalistas reivindican la importancia de la interacción entre paciente y terapeuta por encima de la lectura de libros de autoayuda, que contienen principios codificados a priori mediante una serie de símbolos que el autor ha elegido y ordenado sin conocer al lector o lectora.
El Nuevo Inconsciente
A pesar de que Freud pueda ser considerado el "descubridor" del inconsciente, lo es en tanto que introdujo una manera de pensar en el ser humano como un animal que no conoce todos los procesos que guían su acción, pero no por haber dado con el inconsciente mediante una investigación sistemática y pormenorizada del mismo. La teoría freudiana es hija de su época, y está constreñida por las limitaciones técnicas. Tanto Freud como algunos de los psicólogos de su época especularon sobre la existencia de aspectos inconscientes del pensamiento y el comportamiento humano, pero su metodología de estudio (la introspección, la observación de pacientes con desórdenes mentales, etc.) sólo les proporcionó un conocimiento indirecto de estos. Afortunadamente, a pesar de las limitaciones con las que se fraguó en su momento la teoría freudiana, en nuestros días las neurociencias y los desarrollos tecnológicos que las acompañan permiten un estudio mucho más completo sobre este tema.
La teoría freudiana introdujo por primera vez una concepción más o menos detallada del inconsciente como un elemento determinante en la conducta humana, mientras que la comunidad científica de la segunda mitad del siglo XX, curiosamente, seguía creyendo en la primacía de los procesos conscientes de pensamiento sobre el resto del cuerpo humano. Hoy en día, sin embargo, las tornas han cambiado en el mundo de la neurociencia y la gran mayoría de los investigadores descartan el pensamiento consciente como el principal motor de nuestra conducta. La investigación del inconsciente por parte de los neurocientíficos es algo que ha aparecido recientemente, pero que ha dado sus frutos de forma muy rápida.
Distinguiendo términos en base a nuevos descubrimientos
El inconsciente al que se refieren en la actualidad los neurocientíficos y los psicólogos dista mucho de ser el concepto del mismo que presentó la teoría freudiana. Para distinguir entre estas dos ideas, la del inconsciente de los psicoanalistas y la del inconsciente de los científicos, a este último concepto se le ha dado el nombre de Nuevo Inconsciente.
Mientras que el inconsciente de la teoría freudiana existe en tanto que reducto al que limitar pensamientos difíciles de digerir por la consciencia, la cual los bloquea manteniéndolos lejos de sí misma, el Nuevo Inconsciente no se fundamenta en fuerzas de motivación y pulsión ni en formas de represión o "bloqueo" de pensamientos según su contenido. La relación entre los procesos conscientes e inconscientes de los que hablan ahora los científicos no se fundamenta en mecanismos de defensa, sino en la arquitectura del cerebro, que simplemente no está hecho para que todo lo que ocurra en él tenga una transcripción a la consciencia humana. El Nuevo Inconsciente es inconsciente de verdad, y no puede ser conocido indirectamente mediante el análisis de sus "manifestaciones".
Los aspectos inconscientes del pensamiento existen como parte de un ciclo (el ciclo Percepción-Acción) del que no nos interesa saberlo todo. No nos interesa memorizar al instante todos y cada uno de los aspectos de la persona que acabamos de conocer, y por ello buscamos una o dos referencias de su identidad inconscientemente: por ejemplo, su peinado. Tampoco nos interesa dedicarnos a estudiar detenidamente todos los temas sobre los que tenemos que realizar una decisión, y por eso decidimos seguir inconscientemente los caminos de la heurística, ni es necesario ser consciente de que el zapato izquierdo aprieta ligerísimamente, ni es primordial dirigir conscientemente los movimientos del brazo derecho al mirar por la ventana del autobús.
Estos procesos deben ser llevados con discreción no por su contenido, sino por su naturaleza, por ser algo que puede ser gestionado automáticamente dejando espacio libre en la consciencia para tareas especiales. En la teoría freudiana, en cambio, aquello que es inconsciente lo es precisamente por su significación, su importancia.
El Nuevo Inconsciente se distingue del término usado por la teoría freudiana porque no responde a una historia personal ni a la interiorización problemática de experiencias pasadas. En todo caso, su razón de ser se encuntra en una estructura cerebral diseñada para que sólo algunas tareas y funciones formen parte de lo consciente, mientras que el resto es delegado a un conjunto de operaciones automáticas, algunas de las cuales podemos llegar a controlar parcialmente llegado el caso (como la respiración).
Nuevo Inconsciente y teoría freudiana, unidos solo por las apariencias
En definitiva, la vertiente inconsciente de los pensamientos más abstractos, como la asociación automática que se puede dar entre la percepción de un perro por la calle y los recuerdos de las últimas vacaciones en Barcelona, responden a la misma mecánica por la que los procesos encargados de hacernos parpadear acostumbran a ser inconscientes durante la mayor parte del tiempo. Esta es la lógica por la que se rige el Nuevo Inconsciente: el puro pragmatismo biológico.
Mientras que lo inconsciente de la teoría freudiana se basa en mecanismos motivacionales, el Nuevo Inconsciente no es una cárcel de emociones y pensamientos inapropiados, sino un lugar en el que se encuentran todas las series de operaciones de las que tampoco tenemos especial interés en controlar y cuyo automatismo nos facilita la vida.
FUENTE:Adrián Triglia
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